Pobreza, Inclusión energética y el Paraguay

“Cuando hablamos de energía, no solo lo hacemos de la electricidad. Hay otros tipos de energía que utilizamos en nuestro país”.


Artículo de Divulgación: Ing. Arturo González, M. Sc. Econ. Gabriel Pereira, Ing. Richard Ríos, Lic. Héctor Giordanengo, M.A. Abg. Cecilia Llamosas         

Grupo de Investigación en Sistemas Energéticos de la Facultad Politécnica UNA - GISE


Para tener un punto de inicio, el sistema eléctrico del Paraguay se encuentra en un estado crítico, reflejado en los sistemáticos apagones y colapsos de las centrales de distribución. Si bien el 99% de la población del Paraguay tiene acceso al sistema eléctrico nacional a través de la ANDE, debemos comprender en primer término que la electrificación comprende solo una parte del consumo energético de un hogar, dado que la pobreza energética también abarca otros aspectos como ser: el acceso a combustibles de calidad (GLP, Gasolina, Nafta, etc.), eficiencia energética, costumbres y hábitos de vida (incluidas fuentes de energía para cocción y calefacción). 

En Paraguay, el consumo de biomasa en el sector doméstico representa a más del 30,6% de usuarios que dependen de la biomasa (DGEEC, 2016), para cubrir necesidades vinculadas a la cocción de alimentos con combustible sólidos. Este punto es uno de los más preocupantes a nivel nacional ya que el consumo de combustibles sólidos para cocción está estrechamente ligado con la pobreza energética. Al respecto, aún existen países donde estas prácticas están extendidas. (García Ochoa, 2014)

El consumo final de la biomasa representa el 43% de la energía consumida en el país (VMME, 2020). En el cual, la leña, ocupa 65% del consumo final de biomasa utilizada para la generación de energía, específicamente para cocción en los sectores residenciales e industriales del Paraguay. El carbón vegetal representa el 7,49%, mientras que los residuos y alcoholes (otras biomasas) constituyen el 27,60% restante dentro de la matriz de consumo de biomasa del Paraguay según el balance energético del año 2019.

Según cifras oficiales de la Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censo de 2012 (DGEEC 2013), el 95,1% de los hogares rurales tiene acceso a la energía eléctrica (93,1% en 2005), sin embargo, el 62,8% (73,6 % en 2005) de los hogares rurales utilizan la leña como principal combustible para cocinar (DGEEC 2013, DGEEC 2005).  El informe consideró la situación de los hogares rurales, pero no aborda la situación de los hogares en zonas urbanas, donde el uso de biocombustibles está presente en menor o igual medida que en las zonas rurales.

Tanto en las zonas rurales, como en las zonas más carenciadas dentro del cinturón urbano, se da el caso de usuarios que utilizan la leña como combustible principal para la cocción de alimentos  y el gas como combustible complementario; usan leña para las tareas con mayor demanda energética (cocción de caldo, sopa, chipa), y  el gas para tareas menores (en caso de uso), razón por la cual la estufa de gas adquiere un papel parecido al que tiene el horno de microondas para los usuarios con una mejor calidad de vida (Masera et al., 2000).

América Latina y la Pobreza Energética

América Latina, es una de las regiones más ricas en energías limpias. Las tasas de electrificación en general, son bastante altas. A pesar de esto, el fenómeno conocido como pobreza energética aún persiste. Este fenómeno se entiende al desacoplar el concepto de cobertura con la red eléctrica (mal identificada muchas veces con el acceso a la energía). El estudio sobre las dimensiones sociales del acceso a la energía requiere el compromiso de las instituciones pertinentes, lo que representa un desafío en toda la región. Al desarrollar el concepto de pobreza energética para el caso latinoamericano, y, definidas las pautas de la investigación sobre los aspectos sociales de la energía, podremos contextualizar la pobreza regional desde otra perspectiva que nos ayudará a comprender las diversas problemáticas sociales que vivimos actualmente.

García Ochoa, experto de CEPAL, destaca la amplia variedad de áreas y ejes temáticos que abarcan las dimensiones sociales de la energía. Sostiene que la pobreza energética es real y que la misma posee implicaciones en el campo de la economía, sociedad y medio ambiente. Afectando con esto directamente a la calidad de vida de la población (García Ochoa, 2014) 

Superar la brecha que representa la pobreza energética es fundamental para mejorar el nivel de calidad de vida de las personas; este desafío está fuertemente ligado con el aumento del consumo de energía per cápita. La relación entre consumo de energía per cápita y el Índice de Desarrollo Humano de un país es significativa. Esto demuestra que, a mayor consumo de energía per cápita de un país, mayor será su índice de Desarrollo Humano.

¿Qué se entiende por pobreza energética?

Los principales lineamientos sobre la pobreza energética fueron desarrollados en respuesta a las necesidades específicas de la población británica; Boardman (1991) desarrolló su teoría sobre la premisa de la importancia del confort térmico y las consecuencias que tiene sobre la salud, si los mismos no son atendidos. Su modelo fue fácil de replicar en el espacio común europeo y en otros países con climas similares. Ahora bien, aplicar el concepto de pobreza energética propuesto por Boardman en América Latina, resulta difícil ya sea por los diversos tipos de climas que encontramos en la región, (los cuales no son precisamente compatibles con el de un clima frio) o bien, por la cultura social o el estilo de vida. En cualquier caso, el gran desafío latinoamericano recaería en “adoptar” y “adaptar” un modelo que pueda exponer sus realidades sociales en la materia energética adecuándolo a su compleja realidad.

Para tener una visión más clara, en función ciertos autores y sus definiciones, se tiene que: 


Definiciones de Pobreza Energética


¿Por qué se aborda la pobreza energética desde estas dimensiones?

Acceso 
Equidad
Calidad 

La literatura indica que, tener acceso al sistema eléctrico no equivale a tener acceso a servicios energéticos modernos y, eso demuestra que, incluso, en casos, países como el nuestro (Paraguay), donde tenemos abundancia en recursos energéticos renovables y sostenibles, se den casos de habitantes vulnerables a vivir en una situación de pobreza energética. 

Siguiendo la literatura de Pobreza Energética, es importante tener en cuenta el acceso a servicios energéticos de calidad, como elemento fundamental de la reducción de la pobreza y la mejora de las condiciones de vida de las sociedades, en particular, en los países en vías de desarrollo, tomando el caso de estudio el Paraguay y comparándolo con experiencias y vivencias de algunos países de la región.  

En este sentido, en el GISE buscamos abordar una de las problemáticas tematizadas a nivel mundial que tiene que ver con la capacidad de las sociedades de poder recibir los beneficios de acceder a servicios energéticos asequibles, confiables y seguros, enmarcando el estudio en la corriente que busca comprender el concepto de pobreza energética, como uno de los factores que impide mejorar las condiciones propicias para el desarrollo humano.

¿Cuál es la relación que existe entre pobreza energética y desigualdad social? (Relación con la salud, medioambiente, educación, desarrollo y economía)

García Ochoa aborda los aspectos sociales de la energía en Latinoamérica desde la siguiente perspectiva; 
"los países que conforman esta región (Latinoamérica) deberían implementar acciones concretas en esa dirección, pero priorizando la dimensión social de los usos de energía, ya que los bajos niveles de consumo de energía per cápita y desarrollo humano, infieren que una parte importante de su población no alcanza un nivel de vida adecuado o bien se encuentra en situación de pobreza." (García Ochoa, 2014)

Utilizando las palabras de Paloma Toranzos, Oficial de Medio Ambiente y Energía del PNUD,
“El proceso de definición de pobreza energética es un ejemplo de cómo se pueden concebir instrumentos innovadores que tengan en cuenta la vinculación entre los factores económicos, sociales y ambientales a la hora de pensar y planificar el desarrollo, y estamos satisfechos de acompañar un ejercicio que debe estimular el debate público. El desarrollo sostenible pasa por afianzar este tipo de fórmulas integradas que en este caso proporcionará una base para perfeccionar la Política Energética, reducir las desigualdades y la vulnerabilidad y, a la vez, promover la inclusión social” (PNUD 2017)

La relación entre Pobreza Energética y Desigualdad social es fuerte, y los lazos entre ellas son la salud, el medioambiente, la educación, la economía y el desarrollo en general. 

“El Curioso caso del Paraguay”

El tema de la Pobreza Energética aún no ha recibido una fuerte atención en Paraguay; los esfuerzos son aún incipientes, pero van a avanzando con pasos firmes. A la vista de la abundancia energética, es difícil asociar el nombre del país con la Pobreza Energética. Sin embargo, las desigualdades profundamente arraigadas presentes en la situación paraguaya, nos llevan a plantear la hipótesis de que es probable que el fenómeno exista (GNESD, 2015).

Paraguay es uno de los principales productores de hidroelectricidad per cápita del mundo, después de Canadá, Islandia y Noruega que exportan alrededor del 75% de su producción hidroeléctrica a los vecinos Argentina y Brasil (GISE-FPUNA, 2015; Llamosas, Upham y Blanco, 2018). Si bien el 99% de la población tiene acceso al sistema eléctrico nacional, el consumo eléctrico promedio está por debajo de la media regional (OFID, 2014) con más del 34% de la población dependiente de biomasa sólida para cocinar (DGEEC, 2016). Se ha observado que, aunque la electrificación está generalizada, los ciudadanos no tienen acceso igualitario y de calidad a los servicios energéticos modernos, y que esto se puede atribuir en parte a las diferencias en el poder adquisitivo (GNESD, 2015).

Aun así, todos los datos disponibles para un correcto estudio de la Pobreza Energética en Paraguay, son escasos, y los recientes esfuerzos, están enfocados en estudios pequeños y de casos particulares. El problema de los datos, no es exclusivo de nuestro país, sino de Latinoamérica en general, y para entender mejor el fenómeno de la Pobreza Energética, es necesario que en los esfuerzos de todas las organizaciones encargadas de la recolección de los mismos, incluyan en sus herramientas, datos energéticos. Es un desafío para todos los países, y para el Paraguay. 

Aún nos queda mucho por recorrer, pero vamos firmes hacia adelante. 

Objetivo de Desarrollo Sostenible 7

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la irrupción de la Pandemia

Desde el año 2015, los 193 países miembros de las Naciones Unidas se encuentran comprometidos con la implementación de la Agenda 2030 y el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), incluyendo sus 17 objetivos, 169 metas y 232 indicadores (UN, 2015).

De esa manera, los ODS abarcan diversos sectores, considerando algunos de los desafíos más importantes para la humanidad, para los cuales se ha fijado un período de tiempo para su cumplimiento: 2015-2030. 

No obstante, la irrupción de la pandemia del Covid-19 se ha convertido en una gran amenaza para los países en el cumplimiento de los diversos objetivos propuestos. A pesar de ello, encontramos que los resultados obtenidos por los países en el período 2015-2020, de acuerdo con los diversos reportes de monitoreo y control de los ODS (SDG Report, Revisiones Nacionales Voluntarias, SDG Database, etc.), han sido muy heterogéneos e, incluso, en algunos casos los riesgos de no cumplir con las metas propuestas por la Agenda 2030 son muy elevados. 

En ese sentido, el informe publicado en julio de 2020 por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC 2020) sobre los avances en el cumplimiento de los ODS, resalta aspectos muy relevantes, entre los cuales se debe destacar el elevado riesgo de que los ODS no sean alcanzados al año 2030 y que, incluso, en algunos casos, la situación de pandemia destruya todos los avances logrados.  

De la misma manera, incluso antes del contexto de pandemia, las brechas entre las inversiones necesarias y realizadas para el cumplimiento de los ODS eran bastante elevadas (aproximadamente 4-5 billones de USD, según la UNCTAD). 

Finalmente, ante esta situación, las Naciones Unidas han llamado a la estrecha colaboración entre países, a fin de que, uno de los principios fundamentales de la Agenda 2030, el de lograr el desarrollo sostenible sin dejar a nadie atrás, sea cumplido. Así, las Naciones Unidas han decidido denominar oficialmente al período 2020-2030, como la “Década de Acción”. 

La inclusión energética, según el Objetivo 7 de los ODS: Energía asequible y no contaminante.  

De acuerdo con el último reporte del Banco Mundial (BM, 2020) sobre los avances logrados en las metas del ODS7 referente a la energía, se encuentran muchos logros y oportunidades para la “Década de Acción” que aún disponemos para el cumplimiento de la Agenda 2030. 

En este sentido, analizando la meta 7.1 referente al acceso universal a la energía, se observa una reducción de 35% de las personas sin acceso a energía eléctrica en el período 2010-2020, pasando de 1.200 millones de personas sin acceso a energía eléctrica en 2010, a 789 millones de personas en el año 2020. Así también, en el mismo período se aumentó en 6,6% la cantidad de personas con acceso a energía limpia para la cocción, lo cual continua como un gran desafío a nivel global, donde aún existen 2.800 millones de personas que no disponen de energía limpia para cocinar, lo que impacta no solamente indicadores energéticos, sino también de salud y bienestar. 

Así, en la literatura se resalta que, debido a que en muchos hogares las mujeres aún se encargan mayoritariamente de las tareas cocción de alimentos, sufren mayores impactos por la falta de acceso a energía limpia para cocción (impactos socio-económicos, de salud, de acceso a mejores oportunidades de desarrollo, etc.).  [Reddy, 2000; BM, 2020]

En lo que se refiere a la meta 7.2 referente a la penetración de la energía renovable en las matrices energéticas de los países, se observa pequeño incremento (+0,1%) con respecto al año 2017, con inversiones orientadas principalmente al sector de generación eléctrica. De esta manera, se resalta la necesidad de incrementar la participación de las energías renovables en el sector transporte. 

Los avances en la meta 7.3 de eficiencia energética a nivel global se muestran lentos y requerirán mayores esfuerzos e inversiones de parte de los países (mejoras anuales necesarias de 3% a nivel mundial de aquí al fin del período de los ODS) para lograr el objetivo al año 2030. 

Finalmente, encontramos que el ODS7 es un objetivo fundamental en la intrincada de red de objetivos de desarrollo sostenible, con una gran cantidad de interconexiones con los demás ODS de la Agenda 2030, generando importantes sinergias con la mayoría de estos, lo cual debe ser considerado al momento de diseñar políticas públicas de inversión y desarrollo (Nerini et al. 2017; Le Blanc, 2015; Nilsson et al., 2018).-